Pretérito.
Hasta no hace mucho, pensar en vos era vivir de recuerdos. Vivir de miradas desencontradas, de silencios tajantes e indiferencias simuladas. Digamos que por 4 años jugamos perfectamente nuestro papel de los típicos dos que no se pueden ver ni en pintura (con algunos deslices que incluyeron un par de besos y planteos implícitos reducidos a una mirada fulminante o simplemente a un insulto no merecido).
Ahora, en el presente, estamos sentados en los escalones del edificio de mi casa, casi por inercia más que por deseo (supongo que porque la vía pública es sitio neutral). Te acaricio la mano, entreteniéndome con la rugosidad de tu piel, mientras recorro sus extensiones. Tus latidos son perfectamente audibles; lo único que los acompaña son los autos que transitan la calle de vez en cuando y el borracho de la esquina que gime y hace los ruidos más extraños que oí jamás. Bizarro.
Te miro impaciente (y me olvido del borracho que en este momento habla solo) y vos mantenés la vista fija en el frente. Lanzo un suspiro.
- ¿Podés decir algo? - pido con una sonrisa nerviosa. Vos te tomás tu tiempo para responder, como de costumbre (ojo, me encanta tu pasividad pero a veces me irrita).
- Algo - decís y me muerdo el labio automáticamente. Vos y tus chistes tontos.
Balanceo la cabeza, en desaprobación y vos me mirás divertido. Y cuando lo hacés, me hielo. Tu mirada es tan distinta y tan igual... algo entre los dos definitivamente es diferente. Quizás porque por primera vez, las cosas parecen aclararse y nos estamos redescubriendo.
Lo único seguro es que me descolocás como siempre porque solo alcanza con que acaricies mi pelo dulcemente para estremecerme. Carraspeo.
- Pedro... - me quejo, pero mi sonrisa hace mi reproche poco serio. Vos recuperás el semblante.
- Es que capaz preferís hablar otro día... - explicás y entorno los ojos. De mí no te escapás más.
- Pedro, ya estamos acá. Casi te me declaraste en la casa de Hernán frente a todos nuestros amigos y ¿no te animás a quedarte a hablar conmigo?
- Con vos me animo a todo - rematás haciéndote el galán y me muerdo el labio. Goma (pero lindo).
- Bue... Hace unos días no parecía - contradigo enarcando una ceja, graciosa. Pareces cohibido y te rascás la nuca con rapidez. Mientras, el sonido del viento decora nuestras pausas.
- Tenés razón... - decís y me sorprende que lo admitas sin vueltas o frases misteriosas. Definitivamente, algo cambio - pero nunca deje de querer estar con vos.
- ¿Y entonces? - pregunto con una mueca aunque sé que lo que te molesto fue el mensaje de Facundo... "Muero de ganas de verte otra vez".
Yo y mi suerte, que justo cuando el tarado aparece después de meses, vos lees sus patéticos intentos de conquista.
- Se que no tenía derecho a hacerte ninguna escena, pero me dieron celos - te sincerás y asiento. Carraspeás y antes de continuar tamborileo sobre el mármol del escalón - y además sentí que me estabas haciendo lo mismo que la otra vez.
Mi eterna duda. Mi supuesto mal imperdonable que me valió cientos de miradas llenas de reproche. A ver.
- ¿Qué es lo de la otra vez? - inquiero deseosa por develar la incógnita. Hace años que tengo clavada la espina de a qué te referís con "lo tuyo es jugar a dos puntas".
- Lo de año nuevo - explicás y arqueo las cejas, confundida. Perdonarás mi memoria pero lo único que recuerdo, no quiero traerlo a colación - cuándo te fuiste con tu ex ni bien te llamó y me dejaste colgado después de que estuvimos juntos en la cocina.
¿WTF?
- Sí, me fui con él, pero porque no tenía más ganas de ver como te chapabas a Chechu en el balcón - remato mientras me vuelvo al frente. Se que no es justificación, pero era muy pendeja y estaba harta que vos hicieras conmigo lo que se te cante.
- Pero yo no me estaba chapando a Chechu - me explicás tratando de buscar mi mirada y lanzo un bufido irónico - En serio, estabamos en el balcón muy cerca... Pero la corrí y volví a entrar a la casa. Al rato te fuiste con Facundo y bueno, ahí sí.
Me molesta demasiado escuchar de tu boca que estuviste con ella, pero disimulo porque estás siendo sincero y eso para mí es valioso. De todas maneras, qué pendejos, por favor.
- Cualquiera igual... - musito y vos parecés compungido de verdad - lo de los dos. Muy infantil.
Pasa un auto por primera vez desde que nos sentamos y el viento comienza a levantarse. Siento una ligera brisa en mis mejillas, mientras espero que articules palabra.
- Sí... Pero está bien. A la larga nos sirvió para saber que esto va en serio. Yo quiero estar con vos Pau - me decís entre reo y tímido y te miro sonriendo de costado.
"En serio" y "quiero estar con vos" son frases para la perpetuidad... ¿Qué odio/prejuicio es lo demasiado fuerte para poder contra una atracción tan grande?
- Yo también. No quiero perder más el tiempo - coincido ampliando la sonrisa - Te quiero.
Y esta vez, no tengo miedo ni reparos en decirlo.
- Te quiero Pau - murmurás entre sonrisas y te acercás un poco más a mí. Siento cómo nuestros cuerpos van adquiriendo contacto y me hago adicta a la calidez que emanás - Sabés, pensé que no ibas a querer hablar conmigo... O que me ibas a tratar muy mal.
- Era la idea... Pero te tuve enfrente y no pude - reconozco rememorando mi idea inicial al llegar a la casa de Hernán. Una charla para aclarar las cosas, nada más, nada de cocina - Igual sos un exagerado, nunca te trato mal - lanzás una risita irónica y aprovecho que te tengo cerca para empujarte mientras me muerdo el labio - ¿Perdón?
- Antes me tratabas mal siempre... - justificás y revoleo los ojos. Te estás olvidando el plural en todo caso, chiquito.
- Ah bueno, ¿y por casa? Te recuerdo, Peter, que el que empezó con este jueguito fuiste vos - y enarco una ceja luego de decirlo. Hagamos memoria.
Flashback
3 de enero de 2008, Olivos (mi casa).
Hoy definitivamente es uno de esos días en que el mundo y todo el/lo que lo habita está en mi contra (o yo voy en contra de ellos) y cualquier cosa que intente hacer no sale o lo hace exactamente al revés de lo deseado. Un día anti-Paula.
Quizás es egocéntrico pensar que los millones de personas que habitan este planeta , están complotados para entorpecer mis planes, pero es dicho en un sentido puramente metafórico.
Entonces, repasemos lo que califica al día desastroso como tal: 35 grados de calor (comienzos de verano), el auto en el taller, pileta de casa sucia, obligación de ir a la casa de Flor. La última es la peor de todas; no puedo fallar, por más que lo único que quiera es quedarme mirando Lost en Cuevana con el aire acondicionado a mil. Van los amigos de Hernán que van a la costa, para conocernos antes de viajar. Sigo reticente a la idea de cambiar Pinamar por Gesell, pero soy demasiado buena amiga y ya no puedo echarme para atrás.
Es mi segundo día sola en casa ; mis papás se fueron con mis hermanos a Punta del Este, por quince días. Están atravesando una profunda y gran crisis que buscan solucionar con tiempo en familia. La verdad, para verlos pelear todos los días prefiero ser la gran ausencia de las vacaciones familiares.
No hay cambio en la mesada (me olvide de sacar plata del cajero), por lo que lo único que me queda es depositar mi fe en el transporte público. El calor que hace es inhumano y se siente aún más entre la gente que me aprieta en el 168 que me lleva a la casa de mi mejor amiga ¿Por qué tanta gente viajando a esta hora?
Mi mal humor se dispara y cuando toco el timbre, tomo aire con la determinación de cambiar mi mala suerte. La abrazo fuerte y me indica que siga hasta el jardín, donde se encontraban mis compañeros de viaje.
No me simpatiza la idea de salir y calcinarme con el sol, pero estoy demasiado cerca de la entrada. Y ni bien pongo un pie afuera no tengo tiempo de respirar que con un manguerazo, me empapan entera.
El celular, el iPod, mi ropa, mi pelo.
Me doy vuelta, con odio, hacia mi agresor y me pierdo observando al boludo que atónito, me mira con la manguera en la mano mientras se rasca la nuca (el boludo sos vos). Con la barba recién cortada, una remera de "Los
Piojos" y ojos amarronados me mirás expectante.
- Flaco, ¿sos pelotudo? - inquiero con fervor y así un 3 de enero,se inauguran las hostilidades entre nosotros.
Fin flashback.
- Tu cara ese día - recordás mientras te matas de risa y muy en el fondo te agradecí que me mojaras porque el calor era insoportable. Mi celular no tanto, que tuvo que vivir en arroz un día para recuperarse.
- ¿Me vas a seguir cargando? - pregunto simulando molestia y vos haces un esfuerzo por contener la risa - Fue divertido igual - agrego y me regalas otra de tus sonrisas. Hermosas.
Me abrazás de costado y rodeo tu cintura con mi brazo izquierdo. Me acaricias el pelo y descanso los ojos al sentir tu contacto. Al relajarme completamente, mi cuerpo comienza a percibir el frío que está comenzando a hacer y me incorporo.
- ¿No querés pasar? - pregunto con una media sonrisa al separarme de vos. Me mirás sorprendido - Tengo frío - agrego tiritando levemente.
- ¿Estás segura? - decís y revoleo los ojos mientras abandono mi asiento en los escalones. Ya empezamos con las vueltas (y, una vez que soy directa).
- Dale no te hagas el interesante, ya pasamos esa etapa - respondo mientras tironeo de tu brazo para levantarte. Sos pesado eh.
- No es de interesante, no quiero que te sientas obligada - explicás y tus dedos recorren mi brazo. Entrás o entrás.
- Te invito porque quiero - refuto y deposito un beso en tu nariz mientras saco las llaves de la cartera. Te siento sonreír y me abrazás desde atrás mientras nos adentramos en el hall y por suerte, hoy el de seguridad tiene franco. Qué fácil fue convencerte.
Se ve que no fui la única que soñó años con este momento y dejar de hablar en pretérito cuando me refiero a nosotros dos es tan reconfortante como pleno.
Es que... ¿Cómo nos permitimos negarnos esto tanto tiempo?
Siempre dije que las asignaturas pendientes son resoluciones necesarias para algo mayor. Que son tareas a cumplir para poder pasar a lo que sigue. Hoy me doy cuenta que el paradigma se me fue al tacho.
Entre los miles de besos y caricias que nos damos, la necesidad de vos se hace más grande y ya no estoy segura si vos alguna vez vas a dejar algo pendiente en mi vida porque esa es nuestra magia. Es lo que nos hace eternos, únicos e insaciables.
Y me sonreís y me mirás (y te miro y te sonrío) y me conformo con saber que sos mío y que soy tuya... Hasta que estemos más allá del cielo.
FIN
Soy malísima para las despedidas. Pésima. Por eso esto no se termina acá y se viene un epílogo que termina de cerrar este piloncito de 15 capítulos que fue Asignatura.
La verdad, nunca me imagine el impacto (si queremos decirle así) que tuvo esta historia. En ella puse muchas cosas mías: memorias, anécdotas, corazón y cerebro y la mayor satisfacción fue la respuesta que tuve. Gracias a todos por pasarse a leer, hacerme el aguante, querer pegarle a Paula, querer pegarle a Pedro, querer matar a Chechu.
Y fundamentalmente tengo que agradecer a un par de personitas que nombraré a continuación: primerísimas, mis amigas de siempre Dani y Jime, que siempre están haciéndome el aguante, riéndose conmigo y compartiendo la vida.
Lauci, amiga sos mi consejera n 1 ya tu sabes, gracias por todo. Mar, llave desaparecida, espero que lo leas (?) jajajajaj te quiero puti. Vanchi y Juli por siempre estar ahí tirando buena onda y haciéndome el aguante, son in cre i bles. Y Flor, sos triste, pero sos lo más y se que puedo contar con vos y viceversa para lo que sea. Y Agus, por ser tan tan genia y tan amor de persona.
A las mencionadas, las quiero mucho (no daba repetirlo en cada oración jajaja).
En el epílogo, hacemos un pequeño salto en el tiempo y no enteraremos que pasó con PyP, Chechu, etc.
¡Besos de Pedros facheros con pantalón blanco (como los del video de Bando)!